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3 ideas para potenciar la inclusión desde la asamblea

inclusion asamblea niños

Para que las criaturas del aula desarrollen los distintos diálogos presentes en el contexto, necesitan sentirse presentes, no sólo con ellos mismos, sino con sus iguales y con las personas que les acompañan en el aprendizaje. Estar presente implica un posicionamiento corporal, no solo físico, también mental (me percibo dentro del grupo) y un reconocimiento por parte de los otros.

En este breve texto quiero compartir una experiencia de aula motivada por un taller sobre «Educación Emocional Sistémica» con Carles Porrini. Los rituales organizan el tiempo de las criaturas. Estos tres rituales que repito cada mañana al principio del día: nombre, dar voz y la mirada, ayudan a los integrantes del aula a sentirse incluidos, a sentirse presentes, a sentirse importantes.

El nombre

Imagen de BRRT en Pixabay

Ares González siempre da el mismo consejo: tienes un día para conocer el nombre de las niñas y los niños de clase y una semana para aprenderte los de sus referentes. Los niños, las personas, las niñas que no son nombradas, tienen la sensación de no existir.

El nombre nos hace sentir bien. Cuando decimos el nombre de alguien en voz alta, le estamos diciendo «tú eres importante». Este calificativo permite al niño formar parte del grupo del aula, ser él mismo en este contexto tan significativo para su desarrollo.

El primer ritual de la asamblea es el saludo: buenos días Ares. Les saludo en el primer momento que les veo en el centro y les vuelvo a saludar cuando nos sentamos en la asamblea. A todos por su nombre. Y, si tienen dos nombres, por los dos y, si tienen una seña, por su seña.

Cuando termina la jornada, ¿hemos dicho el nombre de todas las personas de la clase? ¿Todas se sienten incluidos?

Dar voz

Imagen de Yingnan Lu en Pixabay 

Desde el punto de vista de la psicología evolutiva, no sería necesario generar contextos donde niños y niñas pudieran expresarse a través del lenguaje hablado, porque es algo innato. Lo complejo es que el adulto que les acompaña en el aula pueda escuchar todos esos mensajes. A ningún profesional del aprendizaje le gustan las etiquetas, pero todos categorizamos a las criaturas atendiendo a sus cualidades: unos son habladores, otras calladas, unas activas, otros parados… Estas «etiquetas» nos dan una información, no para juzgarles, sino para entenderles. Como dice Carles, el juicio es un pensamiento y no lo eliges, te viene, lo que eliges es lo que haces con él.

El segundo ritual de la asamblea consiste en preguntar a cada niña y a cada niño si necesitan algo o si quieren algo del maestro: ¿necesitas algo de mí? ¿quieres algo? Entre sus demandas, hay cosas que resolveremos en el momento y otras que no dependerán de nosotros, pero siempre les podremos acompañar en su sentir. Por ejemplo:

  • si quieren jugar, podemos decirles cuándo habrá momentos para ello;
  • si están tristes porque querían estar con su papá o con su mamá, podemos acompañarles en ese dolor a través de la experiencia de los otros.

¿En algún momento del día escuchamos a quienes viven en el silencio? ¿Atendemos a las necesidades concretas del alumnado?

La mirada

Cuando miras a alguien le estás diciendo: tú eres importante. En ocasiones, esta mirada se establecerá mediante un contacto visual directo y, en otras, se traducirá en una mano apoyada en el hombro. Diferentes formas de mirar que transmiten una posición importante y relevante dentro del grupo. Cuando hay personas invisibles en los grupos, sólo estarán presentes si las miramos con buenos ojos. En esta mirada, nos despojamos de los juicios. Podemos mirar, respetando la necesidad de invisibilidad del otro. La invisibilidad es el síntoma, ¿qué se esconde detrás de ese síntoma?

Para mirar a la infancia hay que estar a su altura, en todos los aspectos. Agacharse para poder mirar sus ojos paralelos al suelo, agacharse para respetar la línea visual, los ojos del adulto en línea con los de la infancia. Agacharse para acompañar esa mirada de la palabra, de la voz que susurra a la infancia.

Cuando somos pilares de seguridad, solo necesitamos una mirada desde la distancia para que nos sientan sosteniéndolos. La mirada de la maestra, del maestro, es una herramienta poderosa que en buenas manos genera entornos de confianza, de seguridad, de inclusión, de estar presentes.

¿Cómo miramos a las personas (niños, jóvenes y mayores) que acompañamos?

Imagen de Joseph Redfield Nino en Pixabay

Todos los estudiantes que forman parte del aula necesitan sentirse presentes para poder caminar con seguridad y generar los diálogos con los distintos agentes del aula-escuela. Nombrándoles, dándoles voz y acompañando con la mirada, incluimos a todos.

Se trata de jugarlo todo, no de juzgarlo

(CARLES PORRINI, 2020)