Saltar al contenido

El poder de los errores

el poder de los errores

La historia de la ciencia está abundantemente condimentada con historias de descubrimientos esenciales que vienen de errores y accidentes: el descubrimiento de Fleming de la penicilina, gracias al moho polvoriento que contaminaba sus platos de Petri, el descubrimiento de Roentgen de los rayos X, gracias al manejo descuidado de una placa fotográfica. Una y otra vez observamos que los caprichos y accidentes que uno tiende a rechazar como “datos malos” a menudo son los mejores. 

Stephen Nachmanovitch

Cuando un cuerpo extraño se cuela en el interior de un molusco, éste se defiende con distintas sustancias que hacen que se cubra de nácar y con el tiempo se forme la perla. Si el molusco no aprovechase ese descuido, no nacerían las perlas. ¿Por qué nosotros volvemos a alejarnos de los procesos naturales?

Los errores nos hacen crecer, por eso es importante tenerlos presentes. Desde muy pequeños, la base del aprendizaje es el llamado “ensayo-error”. Como dice Mar Romera, “hacer es error, error es aprendizaje”. Los pequeños prueban, prueban, y cada vez que encuentran una respuesta que les satisface, asimilan ese proceso

Stephen Nachmanovitch

Cuando aparecen los primeros rastros de trazo, comienzan a llegar los enemigos de los errores: correctores, caritas y gomas de borrar. Se educa a los niños en la pedagogía del mérito, del refuerzo material. Las criaturas empiezan desde muy jóvenes a depender de los halagos, de los juicios de los adultos. Van avanzando por su camino escolar y se enfrentan al precio de mantener los errores presentes, porque se les anima a borrar y a corregir, haciendo que desaparezca cada ensayo que no se corresponde con “lo apropiado”. ¿Por qué pensamos que al eliminar un error, el sujeto va a ser capaz de hacer un ensayo mejor? ¿No sería más útil tener presente ese fallo para mejorar esa propuesta

Los grandes artistas lo saben, para llegar a la perfección hay que tener muy presentes los errores. 

Seguimos creciendo y sentimos la necesidad de esconder los errores hacia los demás. Es cierto que hay documentos donde se exige una limpieza en la presentación que no permite la presencia de borrones, donde las líneas de texto están tan limitadas que debemos ser eficaces con los caracteres. Pero salvando estos últimos, abogo porque en el resto de papeles aparezcan esas líneas horizontales que nos recuerdan que ahí nos equivocamos, que somos concientes de que podemos mejorar eso, porque queremos hacerlo así.

Desde este canal lo quiero decir un poco más alto, fuera las gomas de borrar de las aulas de infantil. Menos borrones y más posibilidades de creación, más soportes para ensayar, menos juicios que hagan niños dependientes de las palabras de los adultos. Necesitamos que los niños quieran transformar los fallos en potencialidades. Necesitamos una infancia con criterio.

Ver y usar el poder de los errores no significa que algo funciona. La práctica se arraiga en la autocorrección y en el refinamiento, y avanza hacia una técnica más clara y más confiable. Pero cuando aparece un error podemos tratarlo como un dato invalorable para nuestra técnica o como un grano de arena alrededor del cual podemos hacer una perla.

Stephen Nachmanovitch. «Free play. La improvisación en la vida y en el arte». Paidós, 2004.